Thursday, May 20, 2010

Confesiones

En la vida siempre fui algo distraída,

no tenía costumbre mirar hacia los lados antes de cruzar,

mi mente volaba después de una conversación de más de diez minutos,

y hasta para besar mis pensamientos escapaban.

Me caí y golpeé varias veces,

unas veces, golpes que se tornaban azulados en la piel,

otros que no lograban notarse,

pero la huella crecía profunda.

De todos modos, siempre supe sonreír,

y hasta en las peores situaciones,

creo que logré engañar a todos.

Tuve la seguridad de morir joven,

triste obsesión que se robó un verano,

y aquella postal viajante que llegó de sorpresa.

Pensaba que no existía nada inexplicable,

y que finalmente sabría las razones,

que no entendía en momentos visitantes.

Rezaba, creía, soñaba,

lloraba con escenas ajenas,

y con mis historias sin fin.

Me escondía en mis silencios.

Y en las tardes de siesta,

escogía estrella tras estrella,

para lograr un cielo eterno.

Sin embargo, las señales en mi vida no fueron descifradas.

Así fue como desaparecí del camino,

partí,

y no dejé nada para mirar hacia atrás.

Viajé y no regresé,

y la vida así, se convirtió en algo mejor.

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